¿Salud, dinero, trabajo, amor, amigos, compañía, retos, felicidad…?
Sería bueno que nos paráramos seriamente a pensarlo…
Creo que muchas veces nos quedamos en etapas intermedias, nos distraemos por el camino con objetivos o metas de corto plazo y nos olvidamos de ver nuestra existencia como algo global…
Pedimos conseguir tal trabajo o tal ascenso, encontrar una «compañera de viaje», hacer nuevos amigos, comprarnos una casa…
¿Y qué es lo verdaderamente importante?… Recuerdo una cita que dice que es conveniente que cada día tengamos delante el objetivo de nuestra vida, porque nos ayudará a alcanzarlo…
Imagina que inicias el Camino de Santiago en Roncesvalles, pero vas sin rumbo fijo. Es importante tener claro que vas a Santiago, que tienes que poner rumbo al oeste y que tienes cerca de 800 kilómetros por delante… Luego, efectivamente, es maravilloso disfrutar del trayecto y no centrarse sólo en la meta, pero esa meta debe existir y estar marcada, porque ese fin es la que va a marcarnos el rumbo y los pasos a dar…
No estaría mal que, en este inicio de año, hicieramos el ejercicio de analizar cuál es la Compostela de cada uno de nosotros, dónde está nuestro norte, cuál es el objetivo último de nuestra vida…